Una foto, un bloc de notas y trece meses
“Tuvo
que ser una escena impactante. Dos hermanos, uno todavía niño y el otro lo
suficientemente joven como para no considerarlo un hombre, habían ido a
recolectar guisantes a las afueras de su ciudad. Caminaban por unos campos que
conocían como la palma de sus manos; sin embargo, todo había cambiado. Poco
antes de llegar a su destino escucharon un silbido. Un ruido ligero y cercano
que consiguió centrar su atención junto a un conjunto de árboles, que
destacaban entre los terrenos desnudos. El niño se acercó sin miedo, pero el
rostro de su cara tonó en temor, cuando vio de donde procedía la llamada. De
entre los árboles aparecieron ocho personas, o al menos lo que quedaba de
ellos. Harapientos y sucios, escopeta al hombro y algunos, pistola al cinto,
les indicaron que se acercasen. El niño dejó de lado el susto y miró a su
hermano mayor, que comenzó a aproximarse.
Así
tuvo lugar este encuentro. Una reunión inesperada en un caluroso día de julio
en la que dos hermanos compartieron comida con ocho fugitivos. Ocho hombres que
habían huido, dejándolo todo atrás, para salvar sus vidas. Se les presuponía
peligrosos y aunque iban armados, eran sus ideas lo que realmente se temía. No
era un problema para estos dos jóvenes que no llegaban a comprender el alcance
de la situación en la que se hallaban. Tras intercambiar algo de queso y unos
mendrugos de pan secos, uno de los fugitivos sacó un trozo de papel, escribió
varias líneas y junto con una foto, un retrato, se lo entregó al más pequeño de
los hermanos.
Le
encomendó una pequeña tarea. Un encargo peligroso, en el que esperaba que la
inocencia del niño le sirviese de ayuda. Tenía que entregar su nota. Una
especie de carta escrita a lápiz para que su novia supiese que estaba bien, que
no estaba herido. Se despidieron. Comenzaba un camino muy largo en el que más
de uno pagaría la osadía.”
Tras
el estallido de la Guerra Civil algunos de los que veían peligrar sus vidas
intentaron “echarse al monte” para evitar la muerte. Desde la clandestinidad,
muchos de ellos se mantuvieron por los campos cercanos a sus hogares a la
espera de un contexto más favorable o preparándose para la huida hacia zonas
más afines. Ramón J. Sender plasmó
magistralmente, en su obra Réquiem por un
campesino español, un caso ficticio que ejemplificaba a aquellas personas
relacionadas con el Frente Popular que se vieron obligadas a “echarse al
monte”. Una dinámica propia de las zonas rurales y de la que participó Manuel
Betés Martínez “el pistón”.
No
podemos precisar de donde era oriundo, lo único seguro es su pertenencia a la CNT
y que el golpe de estado de Francisco Franco le sorprendió en Jaca (Huesca).
Junto a un grupo de izquierdistas, huyó por los campos cercanos, donde
permaneció varios días antes de cruzar a pie a zona republicana. En ese tiempo,
Manuel Betés “el pistón” se puso en contacto con la que era su novia Ana Gil Ipas.
A dos jóvenes, Hilario Campo Tena (de 8
años) y a Eugenio Campo Tena (de 15 años) les encomendó la tarea de entregarle un
retrato suyo y la siguiente carta, en la hoja de un bloc de notas:
“Casa Puente la Reina. Echegaray diez. Querida
Anita, salud. Dos líneas para comunicarte mi ausencia y que estés tranquila y
no creas que estoy herido como por ahí se corre. Aquí estamos como los animales
terrestres, por las alturas de los montes con más alegría que nunca porque los
purificamos y no tengas pena por nada por mi que estoy muy bien porque comida
no nos falta, porque la vamos a buscar a los pueblos y nos atienden muy bien.
No te digo más porque es hora de comer y a continuación a trabajar. Recibe un
cordial saludo de tu Rojo Manolo.
Pronto te veré
Anita, no llores. No des noticias a nadie si no es a los de la misma casa.
Somos ocho los emigrados.”
Ambos
jóvenes cumplieron su acometido y las noticas de Manuel Betés “el pistón”
llegaron a su novia ese mismo día. La
inofensiva comunicación se convirtió en un problema cuando un vecino delató a
Ana Gil como una posible espía de los rojos. En el registro que la Guardia
Civil realizó en la Fonda Puente la Reina, donde trabajaba y vivía, acabaron dando
con la foto y la nota. Se trataba de una correspondencia no autorizada con
el enemigo y Ana Gil fue detenida en 1937 durante tres meses. No quedó ahí la
cosa ya que en 1938 fue nuevamente detenida, esta vez durante cuatro meses
(entre el 6/07/1938 y el 7/11/1938). Finalmente, al año siguiente fueron cinco
meses más los que pasó recluida (1/07/1939-07/12/1939) En total, un año y un mes de cárcel por recibir una nota y una foto.
Trece meses de cárcel por saber que su rojo Manolo estaba bien.
Carta enviada en un bloc de notas por Manuel Betés a su novia Ana Gil en julio de 1936. Junto con la fotografía, este documento supondría un año y un mes de reclusión para la joven. |
Fuente: Sumarísimo por rebelión contra Anguita, Rafael; Ara Petriz, Florentino; Ara Petriz, Joaquin; Beltran Solano, Lazaro; Beltran Solano, Nieves; Casajus Pardo, Angel; Castejon Crespo, Ramon; Ferrer Laclaustra, Antonio; Izuel Aso, Alberto; Lacasa Lardies, Juan; Latorre Salas, Manuel; Monreal Serrate, Antonio; Palacin Gracia, Jose; Pes Bandres, Ricardo; Rosemberg, Carlos; Sampietro Gracia, Jose; Beltran Casaña, Antonio; Mazou, Juan; Carnicer, (Sin Nombre). Número de procedimiento: 1738-38
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