La memoria es frágil, débil; como un sueño. Europa en su conjunto y España en particular no recuerda que hubo un tiempo en el que fuimos refugiados. U n tiempo pasado en el que familias enteras se agolpaban en las carreteras y andaban en largas filas, unos detrás de otros, cargando todo aquello que podían llevar en sus hombros. Un tiempo pasado; pero no lejano. No se trata de sucesos acontecidos en la Edad Media ni en el siglo XVIII. Es la cruda realidad de los padres y abuelos de las generaciones que, a día de hoy, pueblan este continente. Alemania, Polonia, Rusia, Italia, Bélgica, Holanda o Francia se llenaron de refugiados tanto durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial como al final de la misma. Durante el siglo XX, la península Ibérica no se libró de los conflictos bélicos y, por tanto, tampoco de ver a parte de su población convertida en refugiada de la noche a la mañana. Algunos no lo recuerdan, otros lo intentan olvidar e incluso podemos encontrar a aquellos que luch
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